Un video que parte el alma a cualquiera
Jenni Rivera y su familia relatan el traumatizante hecho cuando Rosie confeso a su hermana lo que habia ocurrido.
Rosie Rivera y su sobrinita Chiquis habian sido molestadas por el primer esposo de Jenni Rivera, Trinidad Marin quien se encuentra cumpliendo una condena de treinta y un anos de prision por lo que hizo.
Un video realmente conmovedor. Jenni misma cuenta como ella trato de quitarse la vida cuando se entero de lo sucedido.
Aqui una porcion de la novela de esta gran mujer quien valientemente sufrio tantos dolores y llevo tantas cargas sobre sus hombros.
Pronto podra ordenar la novela en Amazon. Una historia conmovedora que hara llorar hasta el mas fuerte.
Una porcion de la novela La Mariposa de Playa Larga
Cont......."Jenney lo
miró con los ojos muy abiertos mientras decía angustiada:—¿Qué pasa,
doctor? Hable por favor. Yo necesito saber qué tan grave es el
problema de Chiquis y de Rosie.
El doctor la
miró serio y, con voz gruesa, pronunció las palabras que Jenney jamás hubiera
querido escuchar en su vida.
—Señora,
observo en ambas niñas síntomas como si alguien las ha molestado
sexualmente. No sé si usted sospecha
quién puede ser el individuo que las podría estar abusando.
Jenney tuvo
que sostenerse de una silla para no perder el equilibrio. No sentía ganas de llorar. Sentía ganas de matar a aquel hombre que
podría haber lastimado a su hermanita y a su hija Chiquis. —No puede ser, doctor. Esto no puede ser cierto. Jamás se quedan solas con nadie.
Con una voz
aun más fuerte y con mucha autoridad, el doctor dijo: —Yo le aconsejaría que
hable con las pequeñas y trate de que ellas le digan qué está pasando. Ambas parecen temerosas, como si alguien las
hubiera amenazado si confiesan la verdad.
Jenney no
pudo más y estalló en llanto. La crisis
de darse cuenta que alguien estaba perjudicando a su Chiquis y a Rosie la
desquiciaba.
Jenney salió
de la clínica, totalmente absorta por lo que estaba pasando con las niñas. Miles de preguntas chocaban en su mente pero
ninguna tenía respuesta.
Llegó a su
casa y, después de darles a sus hijos de cenar, los acostó y ella rendida se
tiró en su cama.
Aquella
noche cuando Trinidad llegó a su casa, venía borracho y de muy mal humor. Jenney había pasado toda la tarde llorando y
se había olvidado de preparar la cena.
—Ni para eso
sirves. Eres una vieja inútil. Ahora ni mi cena preparas —dijo Trinidad
dando un golpe sobre la mesa.
Ella no
estaba en estado de ánimo de aguantar las majaderías de su esposo, por eso lo
enfrentó valientemente. —¡Eres un borracho asqueroso, no te soporto. No sería nada extraño que tú fueras el
canalla del que me habló el doctor!
Con los ojos
llenos de furia, Trinidad se acercó a Jenney y la tomó por el cuello ante las
miradas aterradas de sus tres hijos.
—¿De qué doctor hablas, desgraciada?
¿Con que ya te fuiste a revolcar con un matasanos verdad? Por eso no me hiciste la cena. Ya sabía que te ibas a ir con alguien que
tuviera lana.
Jenney no se aguantó y le plantó tremenda bofetada
en su rostro. —Vete al diablo tú y tus
borracheras, maldito desgraciado —dijo Jenney dándole un empujón. Trinidad cayó al suelo pues su estado ebrio
no le permitió mantener el equilibrio.
Antes de que
éste se pudiera levantar, Jenney tomó a sus tres hijitos de la mano. Corriendo con ellos, se escondió en casa de
una vecina mientras Trinidad gritaba por las calles tratando de
encontrarlos.
Unos minutos
más tarde, Trinidad se devolvió a la cantina nuevamente y siguió tomando hasta
el amanecer.
Mientras, en
casa de la vecina, Jenni les dijo a sus hijos: —Vamos, niños, tenemos que
darnos prisa. Nos vamos a casa de los
abuelos. Ya no soporto más vivir con su
padre. Voy a empacar algunas cosas. Esta misma noche nos vamos de aquí.
A medianoche
Jenney llegó a casa de sus padres con
sus hijos. Doña Rosa abrió la puerta y,
media dormida, preguntó: —¿Qué pasa, mija?
¿Qué haces aquí a estas horas?
Desconsolada
Jenney lloró sobre el hombro de su madre y dijo: —Ya no lo soporto madre. De verdad ya no lo soporto. No voy a volver con Trinidad nunca más.
Desconcertado,
su hijo menor, Trinidad Angelo, veía a su madre y no se explicaba lo que estaba
ocurriendo. Jackie trataba de limpiarle
a su mami sus lágrimas sin tener idea qué
pasaba. En una esquina, en casa
de su abuelita, Chiquis miraba la escena con su dedo pulgar dentro de su boca,
temerosa que alguien le hiciera daño a ella o a sus hermanitos.
Sentada en
las piernas de Rosa, Rosie veía a su hermana mayor llorar desconsoladamente.
—¿Qué está
pasando? —preguntó Pedro indignado al mirar a su hija con una maleta y con sus
tres hijos parada en la sala de su casa. Pedro no entendía qué hacía su hija a aquellas
horas de la madrugada en su hogar.
—Ya sé. Ese canalla te golpeó nuevamente. No tienes ni qué decírmelo, pero ese p… no
merece vivir más. Ha desgraciado tu vida
y la nuestra.
En un
momento de arrebato, Pedro se fue a la cocina y sacó del armario un revólver
mientras decía: —Voy a matar a ese hombre.
Te lo juro que lo voy a matar.
Jenney se
arrodilló, se abrazó a sus piernas y le suplicó llorando: —No, papá, por favor
no lo haga. Por favor, papá, no se
ensucie las manos con sangre. No ganaría
nada cometiendo un crimen.
Los ruegos
de su hija hicieron a Pedro reaccionar.
—Saldremos adelante,
papá. Ya va a ver como saldremos
adelante. Usted me enseñó a ser una
mujer fuerte que no se dobla con nada.
Yo sola sacaré adelante a mis hijos.
Ya lo verá.
Rosa, Pedro
y Jenney se abrazaron llorando. Los
sufrimientos de Jenney eran también los de sus padres. El dolor que desgarraba a Jenney por dentro
era su mismo dolor.
Aquella
misma noche Jenney trató de que las niñas le dijeran la verdad sobre el
supuesto abuso sexual al que alguien las había sometido, pero ninguna de las
dos quiso hablar. Continua....
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