Jenni Rivera: La Mariposa de Playa Larga -Su vida en formato de novela

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Wednesday, March 20, 2013

Un video muy fuerte, una confesion de la familia Rivera





Un video que parte el alma a cualquiera

Jenni  Rivera y su familia relatan el traumatizante hecho cuando Rosie confeso a su hermana lo que habia ocurrido.

Rosie Rivera y su sobrinita Chiquis habian sido molestadas por el primer esposo de Jenni Rivera,  Trinidad Marin quien se encuentra cumpliendo una condena de treinta y un anos de prision por lo que hizo.

Un video realmente conmovedor.   Jenni misma cuenta como ella trato de quitarse la vida cuando se entero de lo sucedido. 

Aqui una porcion de la novela de esta gran mujer quien valientemente sufrio tantos dolores y llevo tantas cargas sobre sus hombros.

Pronto podra ordenar la novela en Amazon.  Una historia conmovedora que hara llorar hasta el mas fuerte.  
 

 Una porcion de la novela La Mariposa de Playa Larga
Cont......."Jenney lo miró con los ojos muy abiertos mientras decía angustiada:—¿Qué pasa, doctor?  Hable por favor.  Yo necesito saber qué tan grave es el problema de Chiquis y de Rosie.
El doctor la miró serio y, con voz gruesa, pronunció las palabras que Jenney jamás hubiera querido escuchar en su vida.
—Señora, observo en ambas niñas síntomas como si alguien las ha molestado sexualmente.  No sé si usted sospecha quién puede ser el individuo que las podría estar abusando.
Jenney tuvo que sostenerse de una silla para no perder el equilibrio.  No sentía ganas de llorar.  Sentía ganas de matar a aquel hombre que podría haber lastimado a su hermanita y a su hija Chiquis.  —No puede ser, doctor.  Esto no puede ser cierto.  Jamás se quedan solas con nadie.
Con una voz aun más fuerte y con mucha autoridad, el doctor dijo: —Yo le aconsejaría que hable con las pequeñas y trate de que ellas le digan qué está pasando.  Ambas parecen temerosas, como si alguien las hubiera amenazado si confiesan la verdad.
Jenney no pudo más y estalló en llanto.  La crisis de darse cuenta que alguien estaba perjudicando a su Chiquis y a Rosie la desquiciaba. 
Jenney salió de la clínica, totalmente absorta por lo que estaba pasando con las niñas.  Miles de preguntas chocaban en su mente pero ninguna tenía respuesta.
Llegó a su casa y, después de darles a sus hijos de cenar, los acostó y ella rendida se tiró en su cama.  
Aquella noche cuando Trinidad llegó a su casa, venía borracho y de muy mal humor.  Jenney había pasado toda la tarde llorando y se había olvidado de preparar la cena.
—Ni para eso sirves.  Eres una vieja inútil.  Ahora ni mi cena preparas —dijo Trinidad dando un golpe sobre la mesa.
Ella no estaba en estado de ánimo de aguantar las majaderías de su esposo, por eso lo enfrentó valientemente. —¡Eres un borracho asqueroso, no te soporto.  No sería nada extraño que tú fueras el canalla del que me habló el doctor!
Con los ojos llenos de furia, Trinidad se acercó a Jenney y la tomó por el cuello ante las miradas aterradas de sus tres hijos.  —¿De qué doctor hablas, desgraciada?  ¿Con que ya te fuiste a revolcar con un matasanos verdad?  Por eso no me hiciste la cena.  Ya sabía que te ibas a ir con alguien que tuviera lana.
Jenney  no se aguantó y le plantó tremenda bofetada en su rostro.  —Vete al diablo tú y tus borracheras, maldito desgraciado —dijo Jenney dándole un empujón.   Trinidad cayó al suelo pues su estado ebrio no le permitió mantener el equilibrio.
Antes de que éste se pudiera levantar, Jenney tomó a sus tres hijitos de la mano.  Corriendo con ellos, se escondió en casa de una vecina mientras Trinidad gritaba por las calles tratando de encontrarlos.  
Unos minutos más tarde, Trinidad se devolvió a la cantina nuevamente y siguió tomando hasta el amanecer. 
Mientras, en casa de la vecina, Jenni les dijo a sus hijos: —Vamos, niños, tenemos que darnos prisa.  Nos vamos a casa de los abuelos.  Ya no soporto más vivir con su padre.  Voy a empacar algunas cosas.  Esta misma noche nos vamos de aquí.
A medianoche Jenney llegó  a casa de sus padres con sus hijos.  Doña Rosa abrió la puerta y, media dormida, preguntó: —¿Qué pasa, mija?  ¿Qué haces aquí a estas horas?
Desconsolada Jenney lloró sobre el hombro de su madre y dijo: —Ya no lo soporto madre.  De verdad ya no lo soporto.  No voy a volver con Trinidad nunca más.
Desconcertado, su hijo menor, Trinidad Angelo, veía a su madre y no se explicaba lo que estaba ocurriendo.  Jackie trataba de limpiarle a su mami sus lágrimas sin tener idea qué  pasaba.  En una esquina, en casa de su abuelita, Chiquis miraba la escena con su dedo pulgar dentro de su boca, temerosa que alguien le hiciera daño a ella o a sus hermanitos.
Sentada en las piernas de Rosa, Rosie veía a su hermana mayor llorar desconsoladamente.
—¿Qué está pasando? —preguntó Pedro indignado al mirar a su hija con una maleta y con sus tres hijos parada en la sala de su casa.  Pedro no entendía qué hacía su hija a aquellas horas de la madrugada en su hogar.
—Ya sé.  Ese canalla te golpeó nuevamente.  No tienes ni qué decírmelo, pero ese p… no merece vivir más.  Ha desgraciado tu vida y la nuestra.
En un momento de arrebato, Pedro se fue a la cocina y sacó del armario un revólver mientras decía: —Voy a matar a ese hombre.  Te lo juro que lo voy a matar.
Jenney se arrodilló, se abrazó a sus piernas y le suplicó llorando: —No, papá, por favor no lo haga.  Por favor, papá, no se ensucie las manos con sangre.  No ganaría nada cometiendo un crimen.
Los ruegos de su hija hicieron a Pedro reaccionar.
—Saldremos adelante, papá.  Ya va a ver como saldremos adelante.  Usted me enseñó a ser una mujer fuerte que no se dobla con nada.  Yo sola sacaré adelante a mis hijos.   Ya lo verá.
Rosa, Pedro y Jenney se abrazaron llorando.  Los sufrimientos de Jenney eran también los de sus padres.  El dolor que desgarraba a Jenney por dentro era su mismo dolor.
Aquella misma noche Jenney trató de que las niñas le dijeran la verdad sobre el supuesto abuso sexual al que alguien las había sometido, pero ninguna de las dos quiso hablar.  Continua....









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